domingo, 6 de diciembre de 2009

El ahorcado

El comisario Pancho López abre la puerta y casi se muere del susto ante el espectáculo.
Colgando del techo está Prudencio Padilla, con los ojos brotados ante la fuerza de la soga y putrefacto por los días que han pasado desde su muerte.
Su ayudante vomita varias veces mientras lo ayuda a bajar el cadáver.
El occiso era un hombre taciturno, de pocos amigos y parca conversación. Viudo desde hace 9 años y dueño del único almacén de comercialización de productos agropecuarios del pueblo.
Tras la muerte de su esposa lo ayudaba su primo, Filiberto, fornido pero limitado inteligentemente.
Fue este quien alertó sobre la desaparición de Prudencio.
El día del funeral Pancho habla con el primo.
-¿Qué hacía Prudencio el ultimo día que lo viste con vida?
-Me dijo que se iría esa noche a resolver un problema con el envío de una mercancía.
-¿Fuera del pueblo?
-Eso creo
Tras otras preguntas se despiden y el ayudante le pregunta.
-¿Por qué tantas preguntas por un suicidio?
Camino a la comisaría este le responde.
-Porque estoy convencido que a Prudencio lo asesinaron.
Los ojos del ayudante casi quedan en el parabrisas.
-¿Cómo?
-Hay un detalle que no me cuadra con el suicidio.
-Con todo el respeto jefe, creo que todo está claro. Desde que se murió la esposa el hombre vivía amargado, si no es por el primo el negocio no existiera. Vivimos aislados del mundo exterior y todos acá nos conocemos. ¿Quién y por qué podría matarlo?
Ciertamente, El Punto es un pueblo fantasma en los mapas del estado, por tal razón alguien una vez bromeando dijo que deberían agregarle el termino invisible al cartel que en la única calle asfaltada anuncia la entrada a este.
Llegó allí hace treinta años, castigado por haber mandado a la cárcel a un importante mafioso, quien al parecer tenía negocios turbios con su jefe. Pensaron que renunciaría pero no lo hizo porque sin saberlo lo habían alejado del peligro de la venganza del antisocial.
Su familia protestó pero al final la vida en el lugar es tan tranquila que se han acostumbrado a ser campesinos y cuidar de animales y plantas.
El puesto que tiene es casi honorifico porque aún nadie ha visitado su estrecho calabozo de uno por uno.
Por eso cuando piensa en homicidio sabe que puede estar sufriendo alguna alucinación producto de su herrumbre profesional.
Los días pasan e impedido de hacer alguna experticia forense o profesional por no poseer los recursos para ello decide olvidarse de sus sospechas.
Al final el primo, único pariente conocido de Prudencio, queda como propietario de sus bienes.
El último homicidio ocurrido en el pueblo fue accidental y ocurrió cuando Fulgencio atropelló con el tractor a su viejo perro.
Una tarde un aviso lo sorprende.
El fornido primo ha colocado en venta todo lo que ha heredado, por lo que lo visita al almacén.
-¿Ocurre algo?
.No. ¿Por qué lo pregunta?
-Por el anuncio de venta.
-En realidad lo coloqué sin muchas esperanzas.
-¿Qué harás si sale un comprador?
-Venderle, claro.
-¿Comprarás algunas tierras?
-No señor, me iré a la ciudad. Ya estoy cansado de esta vida. Extraño el bullicio y a mis amigos.
Los primeros años él también los extrañó pero luego hasta le parecieron molestosos.
-¿Después de nueve años los extrañas?
-Si comisario, hace algún tiempo estaba por irme pero Prudencio no me dejó y yo que todos los días lo veía triste tuve compasión y me quedé.
Ya en su casa el olfato de sabueso se le activa y por la mañana desempolva una vieja agenda donde tiene anotado algunos nombres de viejos amigos de la ciudad y toma el teléfono para contactarlos.
En la noche confirma sus sospechas y ante la sorpresa de su ayudante le ordena.
-Tráeme detenido a Filiberto.
-¿Qué hizo?
-Asesinó a su primo Prudencio.
-¿Cómo lo sabe?
-Lo sé y él lo confirmará.
Al poco tiempo ambos hombres están frente a frente.
-¿Qué es esta locura?
-Eso deseo que me expliques. ¿Por qué mataste a tu primo? ¿Por qué no dejo irte y amenazó con denunciarte?
-No sé de qué me habla.
-Lo he descubierto todo Filiberto. Unas llamadas han sido suficientes para hacerlo.
-Está loco.
-¿Seguro? ¿Acaso no saliste de la cárcel hace diez años por haber violado a una niña?
El ayudante perplejo observa el interrogatorio.
-Pagué la condena.
-¿De qué podría denunciarte tu primo? ¿Lo hiciste nuevamente?
-Está inventando.
-Amigo antes de llegar a este pueblo me enfrentaba a delincuentes que eran peores calaña que tú. Los olfateo en el ambiente y aunque no confieses igual te enviaré preso a la ciudad, allá investigarán el rastro que has dejado en alguna fechoría y volverás a la cárcel.
El acusado guarda silencio
Tras dos días encerrado en el pequeño espacio un día pide hablar con el comisario.
-Si me confieso culpable de la muerte de mi primo. ¿Dejará de enviarme a la ciudad?
-Puedo pensarlo Pero a la cárcel igual irás.
-Es cierto, yo maté a Filiberto, era la única forma que me dejara ir. Me trajo bajo engaño conociendo mi situación y me mantuvo todo este tiempo bajo amenaza de denunciarme. No tenía otro camino.
-Pudiste denunciarlo.
-Sería su palabra contra la mía y usted no me hubiese creído.
En eso tiene toda la razón.
-Lo endrogué con un brebaje que le hice como té para su insomnio y después lo asfixié con la almohada y para que creyeran que se ahorcó lo colgué. No sufrió porque ni se enteró que lo estaba matando.
-Que considerado eres.
Le dice con ironía y se marcha.
A los días lo trasladan a la cárcel y el ayudante aún asombrado le pregunta.
-¿Cuál fue el detalle que te hizo pensar que era un homicidio?
-Te falta mucho por aprender. Cuando alguien se ahorca la soga que aprieta su cuello corta la circulación de la sangre, que al no poder subir al cuello y la cabeza por el rompimiento de las arterias carótidas se riega por el resto del cuerpo y llena los cuerpos dilatables del pene lo que produce al erección del mismo y este detalle que pocos ven confirma la muerte por esta causa. El cuerpo de Prudencio no poseía esta condición
–¿Pero después de tantos días se mantiene igual?
-La muerte es para siempre y la erección también, ya que se convierte en rigidez cadavérica.

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Kala Editorial